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Si algo bueno se puede decir de esta pandemia es que permite admirar el avance del conocimiento en tiempo real. Cuando la vacunación empezó solo se sabía que las vacunas previenen la enfermedad grave; varios meses —y numerosos estudios— después, se puede afirmar que también reducen significativamente la infección y la transmisión.
Si algo bueno se puede decir de esta pandemia es que permite admirar el avance del conocimiento en tiempo real. Cuando la vacunación empezó solo se sabía que las vacunas previenen la enfermedad grave; varios meses —y numerosos estudios— después, se puede afirmar que también reducen significativamente la infección y la transmisión.
Información y contexto sobre las vacunas. Artículo redactado por las periodistas especializadas en ciencia de la agencia SINC con el análisis y la revisión de fuentes expertas.
Las vacunas actualmente disponibles contra el nuevo coronavirus no son ‘esterilizantes’, es decir, no están diseñadas para impedir la replicación del virus en la mucosa de las vías respiratorias superiores. Así pues, una persona vacunada puede infectarse y, aunque no desarrolle la covid-19 grave, puede transmitir la infección a otros. Esa es la teoría, y de ahí la insistencia en que las personas vacunadas sigan teniendo que respetar las seis M: mascarilla, metros de distancia, manos limpias, menos contactos, más ventilación y me quedo en casa si tengo síntomas.
En el pasado medio año, estudios en numerosos países, con cientos de miles de personas en total, han puesto a prueba en el mundo real este hecho teórico para esclarecer si las vacunas además frenan la infección y la transmisión a otros.
En febrero empezaron a llegar los primeros datos positivos, de la vacunación en Israel —iniciada el 20 de diciembre de 2020—: en efecto, había personas vacunadas que se seguían infectando, pero en ellas la carga viral se reducía mucho. Lo esperable es que cuantos menos virus porte una persona, menos probabilidades hay de que los transmita, así que lo observado en Israel apuntaba a “un grado de infectividad[de la persona contagiada] sustancialmente menor”, escribían los autores del estudio, publicado en Nature Medicine.
Lo mismo sugería, también en febrero, un estudio entre el personal de hospitales británicos que hallaba “sólidas evidencias” de que las vacunas “previenen de manera efectiva las infecciones tanto sintomáticas como asintomáticas”, y que por tanto reducen “la transmisión entre la población”, señalaban los autores.
A principios de abril el Centro de Control de Enfermedades (CDC)estadounidense publicó los resultados de un seguimiento a unos 4.000 sanitarios vacunados, que hallaban una eficacia de hasta el 90 % en las vacunas a la hora de prevenir la infección.
En España también se han recopilado evidencias positivas. Un trabajo en Cataluña con más de 100.000 trabajadores de hospitales y residencias, y con los propios residentes, hallaba una reducción de entre un 85 % y 96 % de la infección.
Un informe publicado a finales de mayo por el Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES) del Ministerio de Sanidad concluye, a la luz de estos estudios: “Según la evidencia disponible podemos afirmar que la eficacia de las vacunas aprobadas en la actualidad es alta y, por tanto, el riesgo de infección tras la exposición al virus es muy bajo”.
Otro parámetro analizado es el tiempo que una persona infectada emite al medio partículas virales potencialmente capaces de infectar a otros. Y en este punto los resultados son igualmente alentadores: un estudio con la vacuna de AstraZeneca halló que este tiempo fue de una semana en vacunados, frente a dos semanas en no vacunados.
Para el informe del CCAES, “hay indicios de que, en caso de infección tras la vacunación, además de la reducción de la carga viral, también podría estar reducido el tiempo de eliminación del virus”.
¿Cómo confirmar si, en efecto, dado su menor riesgo de infección y su baja carga viral en caso de infección, una persona vacunada transmite menos lacovid-19? La prueba de fuego es medir la protección indirecta, es decir, las infecciones en el entorno de personas vacunadas.
En un estudio realizado en Escocia con unos 145.000 trabajadores sanitarios y 95.000 convivientes se observó que, a las dos semanas de la vacunación, los convivientes de los trabajadores vacunados infectados tenían un menor riesgo de infección que los convivientes de trabajadores sanitarios no vacunados.
En la misma línea van los resultados del trabajo llevado a cabo en residencias de mayores españolas durante el primer trimestre de 2021. Además de evitar “al menos 17.000 casos y 3.500 fallecimientos” en los primeros tres meses del programa de vacunación en España, las autoras concluyen que “la vacunación ha sido muy eficaz para evitar infecciones, tanto sintomáticas como asintomáticas”, y que ha conferido una alta protección indirecta: “En las residencias de mayores en España se ha visto que el riesgo de infectarse por SARS-CoV-2 también fue menor en los residentes que no se vacunaron, de forma muy parecida a los vacunados”.
Sigue vigente, sin embargo, la recomendación de cautela, entre otras razones porque aún no se sabe cuánto dura la protección de las vacunas.
Como recuerda el inmunólogo José Gómez Rial, del Hospital Clínico Universitario de Santiago de Compostela y Coordinador de Inmunología en el Grupo de Investigación en Vacunas GENVIP, “el funcionamiento de las vacunas en el mundo real muestra que las vacunas parecen reducir la contagiosidad y frenar la transmisión”, pero “también datos en vida real están mostrando brotes en residencias donde todos están vacunados, brotes asintomáticos o sintomáticos leves pero que indican que de algún modo sigue habiendo transmisión entre los vacunados”.
Este artículo también está disponible en inglés.
Información y contexto sobre las vacunas. Artículo redactado por las periodistas especializadas en ciencia de la agencia SINC con el análisis y la revisión de fuentes expertas.
Las vacunas actualmente disponibles contra el nuevo coronavirus no son ‘esterilizantes’, es decir, no están diseñadas para impedir la replicación del virus en la mucosa de las vías respiratorias superiores. Así pues, una persona vacunada puede infectarse y, aunque no desarrolle la covid-19 grave, puede transmitir la infección a otros. Esa es la teoría, y de ahí la insistencia en que las personas vacunadas sigan teniendo que respetar las seis M: mascarilla, metros de distancia, manos limpias, menos contactos, más ventilación y me quedo en casa si tengo síntomas.
En el pasado medio año, estudios en numerosos países, con cientos de miles de personas en total, han puesto a prueba en el mundo real este hecho teórico para esclarecer si las vacunas además frenan la infección y la transmisión a otros.
En febrero empezaron a llegar los primeros datos positivos, de la vacunación en Israel —iniciada el 20 de diciembre de 2020—: en efecto, había personas vacunadas que se seguían infectando, pero en ellas la carga viral se reducía mucho. Lo esperable es que cuantos menos virus porte una persona, menos probabilidades hay de que los transmita, así que lo observado en Israel apuntaba a “un grado de infectividad[de la persona contagiada] sustancialmente menor”, escribían los autores del estudio, publicado en Nature Medicine.
Lo mismo sugería, también en febrero, un estudio entre el personal de hospitales británicos que hallaba “sólidas evidencias” de que las vacunas “previenen de manera efectiva las infecciones tanto sintomáticas como asintomáticas”, y que por tanto reducen “la transmisión entre la población”, señalaban los autores.
A principios de abril el Centro de Control de Enfermedades (CDC)estadounidense publicó los resultados de un seguimiento a unos 4.000 sanitarios vacunados, que hallaban una eficacia de hasta el 90 % en las vacunas a la hora de prevenir la infección.
En España también se han recopilado evidencias positivas. Un trabajo en Cataluña con más de 100.000 trabajadores de hospitales y residencias, y con los propios residentes, hallaba una reducción de entre un 85 % y 96 % de la infección.
Un informe publicado a finales de mayo por el Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES) del Ministerio de Sanidad concluye, a la luz de estos estudios: “Según la evidencia disponible podemos afirmar que la eficacia de las vacunas aprobadas en la actualidad es alta y, por tanto, el riesgo de infección tras la exposición al virus es muy bajo”.
Otro parámetro analizado es el tiempo que una persona infectada emite al medio partículas virales potencialmente capaces de infectar a otros. Y en este punto los resultados son igualmente alentadores: un estudio con la vacuna de AstraZeneca halló que este tiempo fue de una semana en vacunados, frente a dos semanas en no vacunados.
Para el informe del CCAES, “hay indicios de que, en caso de infección tras la vacunación, además de la reducción de la carga viral, también podría estar reducido el tiempo de eliminación del virus”.
¿Cómo confirmar si, en efecto, dado su menor riesgo de infección y su baja carga viral en caso de infección, una persona vacunada transmite menos lacovid-19? La prueba de fuego es medir la protección indirecta, es decir, las infecciones en el entorno de personas vacunadas.
En un estudio realizado en Escocia con unos 145.000 trabajadores sanitarios y 95.000 convivientes se observó que, a las dos semanas de la vacunación, los convivientes de los trabajadores vacunados infectados tenían un menor riesgo de infección que los convivientes de trabajadores sanitarios no vacunados.
En la misma línea van los resultados del trabajo llevado a cabo en residencias de mayores españolas durante el primer trimestre de 2021. Además de evitar “al menos 17.000 casos y 3.500 fallecimientos” en los primeros tres meses del programa de vacunación en España, las autoras concluyen que “la vacunación ha sido muy eficaz para evitar infecciones, tanto sintomáticas como asintomáticas”, y que ha conferido una alta protección indirecta: “En las residencias de mayores en España se ha visto que el riesgo de infectarse por SARS-CoV-2 también fue menor en los residentes que no se vacunaron, de forma muy parecida a los vacunados”.
Sigue vigente, sin embargo, la recomendación de cautela, entre otras razones porque aún no se sabe cuánto dura la protección de las vacunas.
Como recuerda el inmunólogo José Gómez Rial, del Hospital Clínico Universitario de Santiago de Compostela y Coordinador de Inmunología en el Grupo de Investigación en Vacunas GENVIP, “el funcionamiento de las vacunas en el mundo real muestra que las vacunas parecen reducir la contagiosidad y frenar la transmisión”, pero “también datos en vida real están mostrando brotes en residencias donde todos están vacunados, brotes asintomáticos o sintomáticos leves pero que indican que de algún modo sigue habiendo transmisión entre los vacunados”.
Este artículo también está disponible en inglés.